Fuimos grandes

No importa lo que la gente diga; en realidad, el tiempo juega en nuestra contra.

Podemos consolarnos pensando que tenemos  tiempo de sobra para vivir. «Ya lo haré mañana«, nos diremos. Pero lo cierto es que ahora mismo, las canas se están formando en mi cabellera, y las arrugas en mi piel. Lo cierto es que ahora mismo me encuentro un paso más cerca de la muerte que hace un segundo.

¿Tremendista, verdad? Pues permíteme citar las palabras de Sandro Giacobbe: “la vida es así, no la he inventado yo”.

En algunos momentos de nuestra vida, muchos nos preguntamos si realmente merece la pena luchar por lo que deseamos o llorar por lo que añoramos. Total, un día determinado, puede que lluvioso, o puede que soleado, todos moriremos.

¿Quieres saber cuál es la respuesta a este dilema vital? Yo te la diré: no existe.

El día en que exhalemos nuestro último aliento, todos dejaremos atrás una vida llena de experiencias: cuando tuvimos nuestra primera cita o dimos nuestro primer beso, fuimos despedidos de nuestro primer trabajo o conocimos al amor de nuestra vida…

Yo no creo que nada de esto nos haga especiales ni diferentes. Lo que nos hizo únicos fue nuestra manera de enfrentarnos a las circunstancias. Nuestra manera de interactuar con la vida.

¿Cómo te sentiste en la cita? ¿Al ser despedid@, caíste en una depresión o te pusiste al mundo por montera y comenzaste tu propio negocio?

Con este texto, no pretendo incitarte temor por la muerte. Solo te pido que pienses en cómo deseas recordar tu vida el día de tu fallecimiento.

A propósito, ¿qué te parece si hacemos un trato?

Prométeme que mientras podamos, amb@s reiremos hasta que nos duela, lloraremos hasta sanar nuestro corazón, y amaremos hasta que no quede nada más de nosotr@s mism@s para compartir.

Prométeme que encontrarás tus pasiones y lucharás por ellas; que te caerás mil veces, te lamerás las heridas, y con una nueva estrategia te volverás a levantar.

Prométeme que cuando muramos, amb@s sonreiremos y diremos: fuimos grandes.

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